Las personas atendidas de las residencias geriátricas presentan unas determinadas características por las cuales la valoración ha de ser diferente de lo que normalmente se establece en la población adulta. 

La valoración en el ámbito de geriatría ha de contemplar diferentes esferas. Es decir, es necesaria una valoración en el ámbito físico, psíquico, social y funcional, con el objetivo de diseñar un plan individualizado y conseguir mayor independencia o bien mayor calidad de vida a partir de acciones preventivas, terapéuticas o rehabilitadoras.

La valoración psicológica consiste en la valoración cognitiva, afectiva, conductual y psicosocial para ayudar en la adaptación del proceso de envejecimiento con intervenciones sobre el mismo sujeto, su entorno familiar o de convivencia. 

La valoración cognitiva

Las funciones cognitivas, como la atención, la memoria, la orientación, las gnosias, las praxis, las funciones ejecutivas, el lenguaje, las capacidades sociales y las habilidades visuoespaciales nos permiten la adaptación al entorno autónomamente. Todas las acciones que llevamos a cabo a lo largo del día requieren la activación de las funciones cognitivas. 

El deterioro de las funciones ejecutivas es un proceso normal del envejecimiento que se acentúa con la presencia de demencias y otras enfermedades neurodegenerativas o el consumo de substancias. El objetivo de la valoración cognitiva es identificar las áreas que están deterioradas e interfieren en la autosuficiencia del residente. 

Para valorar las capacidades cognitivas se hace uso de instrumentos psicométricos que facilitan una exploración más exhaustiva y sistemática de las características del paciente juntamente con la entrevista. Algunos de los tests que utilizamos son el Mini Examen Cognoscitivo del Lobo, el test de Pfeiffer (SPMSQ) y el test del reloj. 

La valoración afectiva

La valoración afectiva en geriatría se centra sobre todo en valorar el estado afectivo de la depresión y la ansiedad, ya que perjudican el funcionamiento global de la persona. 

La depresión es el trastorno afectivo más importante y con más prevalencia en adultos mayores. Se caracteriza por la alteración grave del estado de ánimo, en la que predomina la tristeza e interfiere en el ser y en el funcionamiento de vida de la persona. Además de afectar al ámbito afectivo (sentimientos de tristeza), también tiene repercusiones en el ámbito cognitivo (pensamientos negativos), en el ámbito conductual (dejar de hacer actividades) y en el ámbito somático (alteraciones del sueño). Por eso es tan importante identificarla y tratarla. 

Los trastornos de ansiedad en la tercera edad también tienen una prevalencia relevante. Hay que tener en cuenta que durante el proceso de envejecimiento aumentan estresores significativos como los problemas de salud que provocan inquietud, nerviosismo y preocupación, entre otros. Los trastornos de ansiedad más habituales en la vejez son el trastorno de ansiedad generalizada y la fobia simple o específica. 

Para evaluar el estado afectivo de la persona se utiliza la entrevista para conocer la personalidad de la persona, las motivaciones, etc., conjuntamente con pruebas psicométricas como la escala de depresión geriátrica de Yesavage y/o la escala hospitalaria para la ansiedad y la depresión (HADS). 

La valoración conductual

En las demencias es usual que aparezca sintomatología psiquiátrica (alucinaciones y delirios) y trastornos de conducta (agresividad y agitación), que provocan un deterioro importante en las relaciones familiares y sociales del residente y en la evolución de la enfermedad. Es la causa principal de born-out en la familia. 

Los síntomas psiquiátricos y conductuales en la demencia se pueden presentar a causa de un trastorno psiquiátrico de base, en forma de síndrome o como sintomatología aislada. Y la presentación de estos puede producirse en diferentes momentos de la evolución de la enfermedad. 

Es importante llevar a cabo una correcta exploración para detectar las alteraciones psiquiátricas y comportamentales que presenta el residente. La valoración conductual se lleva a cabo a partir de la observación de las conductas disfuncionales o desadaptativas para la persona con demencia conjuntamente con la entrevista a la persona atendida y/o a los familiares. También se puede complementar con instrumentos como Alzheimer Disease Assessment Scale (ADAS) o Cambridge Mental disorders elderly Examination (CAMDEX), entre otros.

La valoración psicosocial

La valoración del entorno familiar, las redes de apoyo y los recursos de la persona atendida tanto en la residencia como fuera, a menudo tienen un papel relevante en el funcionamiento global de la persona y en la adaptación de esta en su nuevo hogar. Es muy importante que la persona se sienta apoyada por los suyos y establezca una nueva red de compañeras en la residencia para que la acogida sea más fácil. 

La evaluación del ámbito psicosocial se lleva a cabo mediante la entrevista clínica para conocer su personalidad, su historia de vida y la observación dentro de la residencia.  

Es necesario un equipo multidisciplinar formado por fisioterapeutas, terapeutas ocupacionales, trabajadores sociales, educadores sociales, psicólogos, etc., para que cada profesional valore las capacidades de la persona atendida relacionadas con su ámbito para poder obtener una correcta atención geriátrica. 

Núria Quintana, psicóloga del Centro Residencial Pla de Martís.

  • Domínguez, A. i García J. (2014). Valoración geriátrica integral. Comprehensive Geriátrica Integral.
  •  Deví, J. (2012). Manual de intervención clínica en psicogerontología. Herder.