El envejecimiento es la última etapa del ciclo de la vida y es una etapa que conlleva muchos cambios físicos, cognitivos y emocionales que pueden afectar directamente la autonomía de las personas. Mantener la independencia y una vida activa es clave para garantizar una buena calidad de vida en las personas mayores, ya que ayuda a preservar sus capacidades y a frenar el deterioro. El envejecimiento, que es parte natural de la vida, está influido por el tipo de vida, los hábitos y las costumbres que la persona ha tenido a lo largo de los años.
Hace más de 100 años, el Dr. Ignatz Leo Nascher destacó la importancia de atender las necesidades específicas de las personas mayores, viendo la vejez como una etapa de la vida con características propias, tal como ocurre en la infancia. Este fue el punto de partida de la geriatría, la rama de la medicina que se dedica a la salud y el bienestar de las personas mayores.
Esta disciplina incluye servicios de apoyo que se ofrecen a través de los centros residenciales, diseñados para alojar y atender a personas de edad avanzada. Estos centros cuentan con profesionales de diversos ámbitos de la salud, como psicólogos, trabajadores sociales, fisioterapeutas, médicos y enfermeros, que colaboran para proporcionar una atención integral.
Una vez introducidas las ideas de autonomía personal y de centros residenciales, nos preguntamos: ¿cómo podemos vincular estas dos ideas para fomentar la autonomía de las personas mayores que viven en estos espacios?
La atención centrada en la persona
En primer lugar, uno de los enfoques más adecuados para fomentar la autonomía en las residencias de personas mayores es la atención centrada en la persona. Esta filosofía coloca al individuo en el centro de su propio cuidado, priorizando sus necesidades, preferencias y deseos por encima de unos protocolos rígidos.
Los valores de respeto, dignidad e individualidad de las personas mayores son esenciales para evitar la despersonalización. Además, las personas residentes participan en la toma de decisiones que afectan su vida diaria y rutina. Este modelo no solo reconoce la importancia de la autonomía, sino que también favorece un entorno en el que las personas mayores pueden mantener cierto control sobre su vida y promueve la toma de decisiones individuales.
Programas de mantenimiento funcional y cognitivo
Los programas de rehabilitación física y cognitiva son una herramienta muy útil para mantener y recuperar parte de la independencia física y cognitiva.
Por un lado, a nivel físico, los programas de ejercicio adaptado pueden ayudar a mejorar la fuerza, el equilibrio y la coordinación de la persona atendida y, en definitiva, contribuir a su bienestar físico. Con estas actividades, contribuimos al sentimiento de autoeficacia, ya que las personas residentes ven que pueden continuar realizando actividades por sí mismas, aunque sea con cierto apoyo asistencial.
Por otro lado, a nivel cognitivo, se puede promover este mantenimiento a través de juegos de memoria, resolución de problemas o terapias de reminiscencia, que ayudan a mantener las habilidades mentales y a tratar las dificultades provocadas por el deterioro cognitivo.
Un entorno físico adaptado
El entorno de los centros residenciales juega un papel clave en la promoción de la independencia de cada persona atendida. Adaptar el entorno que les rodea en el centro permite que puedan moverse de forma autónoma o que promuevan la movilidad con ayudas de apoyo.
Por ejemplo, en el caso de personas con movilidad reducida es necesario fomentar pasillos anchos, rampas, baños adaptados y otras medidas de accesibilidad. Como consecuencia, aumentará la seguridad de las personas atendidas y la posibilidad o facilidad de realizar tareas de la vida diaria sin tanto apoyo externo.
La salud emocional
Un aspecto primordial en la promoción de la independencia y la autonomía de la persona atendida es la salud emocional. A través de terapias en grupo e individualizadas, se pueden trabajar las diferentes etapas emocionales que puede experimentar la persona mayor tanto en el proceso de adaptación como para contribuir a una mejor estancia en el centro.
Por ejemplo, crear un ambiente acogedor y personalizado en las habitaciones puede ayudar a que la persona atendida se sienta más cómoda y con una cierta aproximación al calor del hogar. Además, desde la figura del psicólogo, se pueden ofrecer herramientas o trabajar la gestión de emociones asociadas al envejecimiento y la posible pérdida de independencia, fomentando así una mayor sensación de control sobre sus vidas y sus capacidades.
Finalmente, cabe destacar el concepto de atención integrada en las residencias, según la definición del Departamento de Atención Integrada Social y Sanitaria de la Generalitat de Cataluña: una atención integrada y centrada en las personas que viven en las residencias requiere una necesaria individualización, proximidad y trabajo colaborativo por parte de todos los profesionales que participan en este proceso de atención, con especial énfasis en la continuidad asistencial.
Promover la autonomía y la independencia en las residencias de personas mayores es fundamental para garantizar una vida digna y activa en esta etapa vital.
A través de una atención centrada en la persona, programas de rehabilitación física y cognitiva, un entorno adaptado y el apoyo emocional necesario, las personas atendidas pueden mantener una calidad de vida más alta y sentirse con mayor control sobre sus vidas. Los profesionales de los centros residenciales, con una atención integrada e individualizada, tienen un papel clave para facilitar este bienestar. En conjunto, estas acciones ayudan a crear un espacio donde el envejecimiento se viva de manera respetuosa, segura y con el máximo respeto por la dignidad de cada persona.
Equipo del Centro Residencial Pla de Martís