Aunque la muerte es el fin inevitable de la vida humana, en la sociedad actual se habla muy poco de ella. Es necesario aprender a percibir la muerte como algo natural, como parte de nuestra vida cotidiana.

¿Qué es el proceso de duelo?

El duelo es el proceso psicológico al que nos enfrentamos tras las pérdidas, algo que todas las personas, tarde o temprano, viviremos a lo largo de la vida. Elizabeth Kubler-Ross (Psiquiatra especializada en el tema del duelo, personas agonizantes y los cuidados paliativos) propuso que el duelo sigue una secuencia de fases que incluye el shock o negación inicial, seguido de la ira. Posteriormente, se produce la aceptación antes de la resolución del duelo. Sin embargo, en algunos casos, el duelo persiste mucho tiempo después de que debería haberse producido la resolución y, por tanto, se convierte en algo anormal. 

“Desde que trabajo en el sector de la atención a las personas siempre he intentado que los procesos finales de vida sean lo más cercanos, atentos y amables” comenta Maribel Martínez directora del centro residencial Dovela en el barrio de horta Barcelona.

Algunos autores definen el miedo a la muerte como una experiencia humana en la vida cotidiana, y una situación aguda en la que se está en peligro inminente. Incluye varios componentes: la preparación para su propia muerte, el proceso de morir y el miedo a la muerte de otras personas. 

Fases del proceso de duelo

En el duelo acostumbran a haber cinco fases, y cada una de ellas, como ocurre con cada persona, es única. Se pueden vivir en mayor o menor grado: 

  • La negación: reacción habitual después de una pérdida. Sensación de irrealidad o de incredulidad que puede verse acompañada de un enfriamiento de las emociones. 
  • La ira: se activan sentimientos de frustración y de impotencia que pueden acabar en atribuir la responsabilidad de una pérdida irremediable a un tercero. 
  • La negociación: fase en que se comienza a contactar con la realidad de la pérdida y a explorar qué cosas hacer para revertir la situación. 
  • La depresión: a medida que se avanza en el proceso se empieza a ser consciente de la ausencia y de lo que ésta implica emocionalmente. Es el momento en que se siente pena o tristeza.
  • La aceptación: es la llegada de la calma y la comprensión, tanto racional como emocional, de que la muerte o la pérdida son inherentes a la vida humana. 

Tener ansiedad y miedo ante la muerte es algo normal, puesto que se inculca a menudo durante la socialización. Por lo tanto, el clima social desfavorable hacia el concepto de la muerte y el hecho de morir y los aspectos culturales pueden afectar a la experiencia que presenta la persona ante la muerte. Existen también otros factores que influyen en el grado de ansiedad y miedo que se experimenta, como la salud mental de la persona o las experiencias de vida con la muerte. También puede influir la religión, la cultura y la opinión sobre la calidad de vida y la muerte.

¿Cuánto tiempo puede durar el proceso de duelo?

Los principales signos de duelo, como la tristeza o la ira abrumadora, suelen disminuir notablemente al cabo de seis a nueve meses, según sugieren las investigaciones, y las señales del final del duelo llegan al cabo de un año aproximadamente. Sin embargo, los investigadores afirman que no es inusual que el duelo dure dos o tres años, y en algunas personas los signos de dolor pueden persistir durante años.

En relación a cómo afrontar el duelo o la muerte, dentro de los equipos profesionales se tienen que dar las siguientes características: 

  • Educación y formación sobre posibles maneras de prepararnos para la muerte, ya sea la nuestra o la de las personas a las que atendemos y acompañamos, con la finalidad de conseguir reducir el miedo y la ansiedad.
  • Tomar conciencia y dar espacio a las emociones que aparecen en nuestros duelos. Todas las emociones son lícitas y tenemos derecho a sentirlas.
  • Poder acompañar a otros y buscar acompañamiento para nosotros en el recorrido de los procesos de duelo. Generar conciencia hacia los profesionales que experimentaran en mayor o menor grado (dependerá del vínculo hacia la persona) determinadas emociones. Cada uno realizará el camino a su ritmo, eligiendo el trayecto. En el caso de los profesionales serán también acompañantes de las familias en este camino. Por eso es importante estar presente ante sus necesidades, respetando el dolor y el recorrido.
  • Generar un espacio respetuoso donde se ponga en valor la manera única de vivir las despedidas y la muerte de cada residente en el centro asistido de personas mayores.

En un estudio de población entre los ancianos, los que tienen entre 75 y 84 años tienen un mayor riesgo de desarrollar un duelo complicado en comparación con un grupo de edad más joven. También cabe destacar que los mayores de 85 años tenían menos probabilidades de sufrir un duelo anormal.

"Los profesionales tienen un grado muy elevado de implicación en los procesos y cuidados del final de la vida, y en este sentido cabe destacar el interés y la preocupación por la excelencia en el trabajo que realizan", afirma la directora de la residencia Dovela.

En su opinión recalca, que resulta frustrante la idea de perder a una persona residente después de haber proporcionado todos los cuidados que estaban a su alcance. Y no solo eso, ya que también sufren la pérdida por la implicación que ya les ha unido con las personas residentes en su proceso de vida en el centro. 

"Trabajamos a fondo para ofrecer todos los cuidados y comodidades a los residentes y familiares que se encuentran en este proceso, aunque sigue siendo difícil la idea de que nada va a cambiar el desenlace. Entre todos seguimos trabajando para conseguir que este hecho inevitable de nuestro proceso de vida sea respetuoso y digno para la persona y sus familiares", concluye Maribel Martínez.

Aunque muchas personas mayores que atraviesan una situación de duelo no son capaces de vislumbrar la adaptación en el futuro, la experiencia dice que gran parte de ellos pueden retomar un proyecto vital distinto, pero también significativo. 

El duelo es parte de la vida, pero a veces puede acabar complicándose, de manera que la persona queda atrapada en ese dolor que le impide seguir adelante. Y cuando esto sucede, es importante pedir ayuda al entorno y, si es preciso, recabar la ayuda de los profesionales de la salud mental.