En nuestro andar por la vida, sin darnos cuenta, vamos acumulando en el cajón de nuestro inconsciente la música y canciones que en cada momento han acompañado nuestras vivencias. La música entra dentro de nosotros y se instala en el paquete de los recuerdos.

Escuchar, cantar, crear melodías, seguir ritmos, produce diversidad de respuestas físicas y mentales, racionales e inconscientes. Al escuchar una melodía, nuestro cuerpo está recibiendo vibraciones que impactan el oído y la piel; centenares de estudios han demostrado que el organismo se adapta al ritmo de la música que lo envuelve: los latidos y la respiración se acompasan, los músculos se tensan o se relajan, etc. Todos estos cambios generan una tensión o distensión física que puede calmar el dolor, y repercutir en el estado emocional. Como dice el dicho: <<quién canta sus males asusta>>.

La musicoterapia parte del placer, el bienestar, la tranquilidad y otros efectos emocionales que proporciona la música. Cuando hacemos música, según los objetivos que nos proponemos, podemos ayudar a crear climas diferentes: a expresar sentimientos, a motivar la actividad física o a invitar al descanso mental. Los efectos físicos de la música se pueden utilizar para desarrollar o incentivar la coordinación corporal y la sensibilización sensorial.

El inconsciente es la otra vía de entrada, en él se van guardando toda aquella música y canciones que han sido significativas a lo largo de nuestra vida. Las armonías de la melodía, según su tonalidad y su ritmo, originan un estado emocional u otro (tristeza, melancolía, optimismo, etc.). Por ejemplo, las madres que cantan canciones de cuna a los hijos, lo hacen para darles bienestar o calmar su desazón para que puedan coger el sueño.

Escuchar o interpretar una melodía ayuda a expresar inquietudes, favorece el desarrollo afectivo de la persona y la interrelación social. La música, y sobre todo las canciones, también tienen un poder evocativo: de manera espontánea nos pueden sugerir situaciones pasadas, despertar recuerdos olvidados.

En los años noventa, un estudio de la universidad de California demostraba ante la opinión pública que la música clásica tenía efectos beneficiosos sobre el organismo humano.

La musicoterapia coge este concepto de beneficio y, sin pretender educar musicalmente, utiliza la música como medio para producir cambios mediante un proceso abierto, experimental e interactivo, con unos contenidos dinámicos que se van modificando a lo largo del proceso. Las actividades solo tienen en cuenta el valor terapéutico, estableciendo una relación facilitadora y de ayuda.

Cuando usamos las canciones incidimos directamente en la huella que han dejado dentro de nosotros, despertando los recuerdos tanto del entorno como de las vivencias. Las canciones ponen de relieve nuestra manera de ser, nuestros intereses.

Cantar letras y entonar melodías estimula la memoria remota. Recordar aspectos trabajados dentro de la sesión es un ejercicio de memoria reciente, mientras que repetir ritmos con las manos nos permite estimular la memoria inmediata.

La música, con gente mayor, nos permite atraer y captar la atención, especialmente cuando es música conocida o que forma parte de su bagaje musical. También estimula el lenguaje, de forma que incluso las personas con Alzheimer continúan cantando las canciones de su época. Cuando las sesiones se hacen un día determinado de la semana, en un espacio concreto, ayudan al hecho que los participantes se orienten en el tiempo, el espacio y la persona.

La música y cantar son algunas de las artes más sociales. En las sesiones de música, en grupo, se observan conductas como gesticular, acariciar, tararear, hablar, cantar, etc., en presencia y complicidad de los otros. Es un buen medio de comunicación y expresión, que nos permite comunicarnos con los otros en el ámbito verbal y corporal. También nos eleva el estado de ánimo y favorece actitudes positivas. Nos puede ayudar a reconducir situaciones de agitación y facilitar la estabilidad del estado de ánimo.

La música favorece los movimientos espontáneos, según las canciones que interpretamos (rumba, twist, habaneras, etc.). Surgen diferentes movimientos corporales: movimientos de manso, seguimiento rítmico del cuerpo, balanceos, etc.

Un ejemplo claro, lo podemos ver, en las sesiones individuales que se trabajan en el centro residencial Pla de Martis, donde se busca despertar la música que vive dentro de la persona, dicha música permite desvelar recuerdos del inconsciente y los movimientos físicos que los acompañan. Así es el caso de la residente Júlia, que había sido muy aficionada a bailar y que actualmente sufre un deterioro avanzado, ella necesitaba ayuda en todas las actividades, pero, al escuchar la canción "Mira que eras linda" se transformaba la expresión de su cara, y movilizaba los brazos siguiendo la música.

En las sesiones de grupo se favorece el canto, la observación, la escucha, el baile, el seguimiento ritmado con las manos u otras partes del cuerpo. Otro ejemplo es el de Quima, que tiene un Alzheimer avanzado y había vivido en un pueblo marinero, en las sesiones de grupo, cuando escuchaba habaneras, las cantaba, evocando emoción y balanceando el cuerpo, o cogiendo las manos de la compañera siguiendo el ritmo.

Después de las sesiones de grupo es habitual encontrarse una pareja cantando sus canciones, mientras pasean por el pasillo. Y como estas podríamos explicar otras vivencias, que surgen al escuchar o cantar la música que ha dejado huella, que está rodeada de recuerdos, de vivencias, y que cada cual guarda en su inconsciente.

 

Montse Vallès

Educadora social

Centro residencial Pla de Martís