La enfermedad del alzheimer, en la actualidad afecta a más de 46 millones de personas en todo el mundo. Cada tres segundos se diagnostica un nuevo caso de demencia.
La enfermedad de Alzheimer es una enfermedad cerebral, progresiva e irreversible. Desde el punto de vista biológico, en la enfermedad de Alzheimer hay una alteración de ciertas áreas del cerebro que condiciona una pérdida progresiva de las funciones intelectuales. Es una afección degenerativa de las células cerebrales (neuronas) de carácter progresivo y todavía desconocido.
En el espacio que hay entre las diferentes neuronas se acumulan y depositan unas sustancias anormales, llamadas placa senil, que confiere a los enfermos de Alzheimer un aspecto atrófico de su cerebro.
Las personas que sufren esta enfermedad experimentan varias alteraciones neuropsicológicas que afectan las funciones cognitivas como la memoria, el reconocimiento visual de objetos, la capacidad de realizar movimientos voluntarios y el razonamiento lógico. Esta enfermedad provoca también un deterioro de la calidad de vida del enfermo y su entorno familiar. Así, la enfermedad del Alzheimer no solo afecta las funciones cognitivas, sino que también al comportamiento, a las emociones, y a veces se puede acompañar de alteraciones psicopatológicas con delirios y alucinaciones.
La enfermedad de Alzheimer suele aparecer cuando confluyen múltiples factores a la vez. Si bien es cierto que destaca la predisposición genética, también influyen los antecedentes familiares, la edad (puede aparecer entre los 40 y los 90, pero es más habitual a partir de los 65), antecedentes de otros trastornos como la depresión, traumatismos craneoencefálicos previos, factores de riesgo vascular y exposición a agentes tóxicos ambientales.
Cómo decíamos, la enfermedad empieza de manera insidiosa y tiene un curso progresivo. Desde el comienzo de la enfermedad hasta la fase final suelen transcurrir unos siete años, pero se puede morir al cabo de 2 años y hay personas que han llegado a tener un curso clínico de 20 años de evolución. Es cierto que, cuando antes empieza la enfermedad, más rápido evoluciona.
Cuando se recibe un diagnóstico como este se origina un gran impacto para la persona diagnosticada y para su familia, y por eso es de gran importancia poder tener un buen apoyo y herramientas para afrontar el proceso de esta enfermedad.
Desde las residencias de mayores, como por ejemplo en el Centro Residencial Torreblanca, se ofrece un gran abanico de recursos y actividades para prevenir o afrontar esta enfermedad. Cada profesional vela para que estas personas diagnosticadas puedan afrontar la enfermedad con las herramientas y el apoyo necesario, así como para que se hagan acciones preventivas.
En el ámbito de la enfermería, se realiza el control de las ingestas y una valoración nutricional exhaustiva para garantizar una buena aportación dietética. Con esto se pretende tener un buen control de la TA, del colesterol y de la diabetes, piezas claves en la prevención de esta enfermedad.
En el ámbito de la fisioterapia, es importante mantener un buen ejercicio físico diario, para evitar el sedentarismo. Se trabaja mediante las clases de gimnasio grupal o la rehabilitación individual, según las necesidades individuales de cada persona. Es un trabajo global no solo físico, sino que también se trabajan aspectos de memoria, cálculo, etc. (por ejemplo, en el momento de tirar la pelota se pide que se haga una suma).
En el ámbito de la educación social, es de gran relevancia que las personas residentes participen en las diferentes actividades semanales: los talleres psicosociales, como el bingo y los juegos de mesa; los talleres de psicomotricidad fina, como los trabajos manuales, la cocina, las salidas al exterior, el grupo de tertulia, el huerto, poner la mesa; y las fiestas y celebraciones anuales, como el día de Reyes, el carnaval, la semana santa, Sant Jordi, la fiesta mayor, la Castañada, las fiestas de Navidad. Estas actividades están diseñadas en el programa socio educativo y sociocultural del centro, y gracias al Plan individual de atención interdisciplinaria (PIAI) que se realiza para cada residente, se adaptan a las necesidades y preferencias de cada persona, según su enfermedad y su grado de afectación. Todas estas actividades fomentan o mantienen las capacidades cognitivas de los residentes y son llevadas a cabo de forma grupal.
En el ámbito de la psicología, se utilizan técnicas de estimulación de la memoria, tanto mnemotécnicas como de recuperación espaciada de la recuperación o ayudas externas. Además, se profundiza en la orientación de la realidad, haciendo referencia al tiempo, al espacio y a la persona concreta. También se trabaja la reminiscencia, estimulando los recuerdos particulares y comunes y favoreciendo las relaciones sociales. Se trabaja la comunicación y la validación de la persona para fortalecer la autoestima y la dignidad de la persona residente o de centro de día. Las actividades son tanto grupales como individuales, pero siempre persiguen el objetivo personal según el grado de afectación de la enfermedad. De este modo, se tiene en cuenta el grado de afectación actual, el nivel sociocultural, las diferentes alteraciones cognitivas, los hábitos y habilidades de la persona o el estado funcional actual.
En el ámbito del trabajo social se interviene tanto con los usuarios del centro residencial como con sus familias. Una manera de trabajar con los usuarios afectados por la enfermedad es a través de la creación de historias de vida. Consiste en la elaboración de un breve resumen del curso vital de la persona, que nos permite reconstruir todos aquellos hechos que han marcado y que han sido significativos para la persona.
Entendemos, pues, la elaboración de las historias de vida como un instrumento de estimulación cognitiva, puesto que utilizamos como herramienta principal el trabajo de la memoria para su creación.
Cómo hemos dicho anteriormente, el área de trabajo social también interviene con las familias y cuidadores de los enfermos, proporcionándolos acompañamiento en el proceso de acogida y adaptación en el centro residencial, además de informarlos de los recursos públicos para atender a la persona: gestión de trámites de la ley de la dependencia para acceder a ayudas económicas y plazas residenciales públicas, información de medidas de apoyo judicial para proteger al usuario, etc.
En el ámbito del equipo gerocultor, nuestro objetivo con personas afectadas con la enfermedad es poder mantener y preservar al máximo sus actividades cotidianas y de higiene, sin olvidarnos de sus preferencias y costumbres, así como sus limitaciones. Usamos todos los recursos necesarios para hacerlo posible, tanto humanos como de ayudas técnicas. Por ejemplo, una persona que siempre se ha lavado la cara sola y observamos que empieza a deteriorarse, en el sentido de no recordar los usos de materiales de higiene ni de espacios, lo comunicamos a nuestro referente de enfermería y apoyamos para garantizar que las actividades de la vida diaria (AVD) continúen llevándose a cabo, siempre informando el usuario del procedimiento que seguiremos para afrontar la aparición de esta nueva situación y todas aquellas que deriven y surjan a partir de este momento. Este último punto es muy importante para poder dar tranquilidad y seguridad a las personas atendidas en todo momento, y durante todo el proceso, sin dejar de hacer todas las actividades y rutinas establecidas que forman parte de su día a día y de su vida.