En los centros de gente mayor, como son las residencias, uno de los grandes síndromes geriátricos presentes en nuestro día a día es el síndrome de inmovilidad. El síndrome de inmovilidad se define como la restricción, generalmente involuntaria, en la capacidad de transferencia o desplazamiento de una persona a causa de problemas físicos, funcionales o psicosociales. 

Este síndrome es considerado como una vía común, a través de la que muchas enfermedades y trastornos del adulto mayor producen gran discapacidad. La etiología de la inmovilidad es multifactorial, incluyendo causas tan diversas como las enfermedades osteoarticulares, patología cardiovascular, trastornos neuropsiquiátricos y polifarmacia, entre otros. 

Dentro de las enfermedades osteoarticulares, nos centraremos en la artrosis, trastorno articular que puede aparecer entre los 40 y los 50 años y que afecta en algún grado a casi todas las personas a partir de los 80 años. 

La artrosis es una enfermedad crónica de las articulaciones. Suele tener más incidencia en las rodillas, la cadera, la columna vertebral y las manos. Provoca inflamación, problemas de funcionalidad y dolor de diferente intensidad. Los síntomas más habituales de la artrosis en personas mayores son el dolor en las articulaciones, los crujidos y los problemas para realizar ciertos movimientos. Algunos pacientes pueden presentar deformidad en la zona afectada y rigidez

Todos estos síntomas, muchas veces interfieren en el desarrollo normal de la vida diaria de la persona mayor. El dolor invalida la capacidad de movimiento que la persona mayor preserva y reduce su autonomía, provocando dependencia. 

Si tenemos en cuenta que un elevado porcentaje de las personas que se encuentran en residencias tienen afectadas las funciones cognitivas, nos encontramos en muchos casos con personas con limitaciones físicas que son derivadas del dolor y que no tienen capacidad de expresar lo que realmente les está pasando. 

De este modo, podemos afirmar que una de las señales de alarma más evidentes en procesos de artrosis será el dolor. A partir de aquí tendremos que detectar si va acompañado de: 

  • Disminución de la movilidad
  • Rigidez
  • Agitación
  • Agresividad
  • Claudicación en la marcha
  • Apatía
  • Aumento de la sensibilidad

Desde nuestro centro y en concreto desde el servicio de fisioterapia, nos mantenemos muy alerta para detectar e intervenir en el momento en el que se pone de manifiesto de forma aguda el dolor, para poder intervenir cuanto antes mejor y pautar un tratamiento. Los objetivos principales del tratamiento son: 

  • Paliar el dolor: a través de la termoterapia o el calor local (infrarrojos). Para disminuir el dolor (superficial) y preparar las articulaciones para los ejercicios (profunda). 
  • Terapia manual y masaje descontracturante de la musculatura adyacente.
  • Electroterapia: diferentes corrientes eléctricas y técnicas de electroterapia con analgésicos, destacando el TENS, las corrientes galvánicas y diadinámicas. 
  • Mantener la movilidad y la fuerza muscular: ejercicios activos, preferentemente en suspensión y sin carga; tonificación muscular con contracciones isométricas. Se puede trabajar en grupos realizando una gimnasia suave, para mantener los recorridos articulares y potenciar la musculatura de las extremidades. 
  • Retrasar todo lo que sea posible el avance de la enfermedad: tenemos que enseñar aquellas actividades y gestos que han de evitar. 
  • Proteger las articulaciones afectadas de los movimientos extremos y los traumatismos. 
  • Control de la obesidad y el transporte de pesos. 
  • Evitar marchas prolongadas.
  • Evitar subir y bajar escaleras.
  • Utilizar un bastón en el lado contrario en artrosis de miembros inferiores o un caminador. 
  • Intercalar períodos de descanso durante el día (siesta). 

A causa de la cronicidad del proceso, será importante confeccionar un programa de fisioterapia adaptado a cada paciente, que tendrá que ser revisado periódicamente por el fisioterapeuta. Aparte, es muy importante el trabajo que realiza todo el personal asistencial que interviene con la persona residente, ya que ellos motivarán la colaboración de la persona en las actividades de su vida diaria y fomentarán su autonomía en la medida que sea posible para cada uno de ellos. 

Todos trabajamos para el bienestar de las personas que se encuentran en nuestro centro y para mantener su estado funcional el máximo tiempo posible.