Cuando las personas mayores ingresan en centros residenciales, pueden experimentar una desconexión de la comunidad y el entorno que las rodeaba. Muchas veces van a vivir lejos de su barrio y, a menudo, hace tiempo que han iniciado un proceso de desvinculación con su realidad habitual. Su nivel de dependencia y limitaciones funcionales impiden que interaccionen de forma autónoma y satisfactoria con su entorno.
La tarea socioeducativa y de dinamización que se lleva a cabo en las residencias tiene un papel clave en este sentido. Gracias a los proyectos que vinculan los centros residenciales con otras entidades y colectivos del entorno, las personas que viven pueden seguir disfrutando de las interacciones con la comunidad más próxima. Así pues, en lugar de disminuir, muchas personas mayores que deciden o necesitan ingresar en una residencia o centro de día, pasan a disfrutar de más actividades comunitarias y diversidad de relaciones interpersonales.
Para lograr este propósito, los centros tienen que estar diseñados como centros abiertos, vivos y relacionales con su alrededor. Desde esta perspectiva, las actividades y proyectos que se enmarquen dentro de la dinamización comunitaria, tienen que prever que las personas usuarias del centro puedan asumir un rol activo, puesto que tradicionalmente se las había colocado en papeles meramente pasivos y contemplativos. Una verdadera interacción intergeneracional o comunitaria se da cuando la persona usuaria decide, tiene voz, participa de aquellos encuentros y forma parte activa de la relación que se construye.
En este mismo sentido, resulta muy positivo que estos encuentros no solo se realicen donde residen las personas usuarias. Es enriquecedor que se desplacen a los centros de otras entidades (escuelas, casales, agrupaciones culturales, etc.) para conocer entornos diferentes, que contribuyen a enriquecer las interacciones y evitar la sensación de aislamiento. Evidentemente, para según qué personas usuarias, las necesidades de las cuales derivan de situaciones de mayor deterioro cognitivo y/o funcional, resulta más favorable disfrutar de estas actividades en entornos cotidianos y adaptados. Así se evita que las rupturas de rutina o el exceso de estímulos puedan producir desorientación, agitación y malestar en estos perfiles.
Los encuentros de los proyectos intergeneracionales son una ocasión perfecta para que las personas usuarias disfruten de relaciones interpersonales con nuevas generaciones y se sientan parte presente de nuestra sociedad. Del mismo modo, para jóvenes o niños, disfrutar de relaciones con personas mayores les aporta muchos beneficios, fruto de la experiencia y madurez que les pueden transmitir. También se contribuye a romper estereotipos que a menudo se dan entre generaciones, que quedan sin argumentación después de las propias vivencias.
En conclusión, los proyectos intergeneracionales y comunitarios acontecen una parcela significativa en el engranaje sobre el cual las personas usuarias construyen su calidad de vida, perspectiva desde la que se trabaja y se acompaña a las personas en los centros asistenciales.