Cuando hablamos de terapia con muñecas en personas mayores nos puede costar entender el uso terapéutico y los beneficios que puede aportar a las personas con un deterioro cognitivo importante. Pero es en la práctica cuando se aprecia el gran número de emociones y sentimientos que despierta en ellos, y los beneficios a corto y largo plazo en su vida diaria son muy positivos.
La Doll Therapy fue creada por Anne Burnnet. En un centro de enfermos con demencia de Estados Unidos se dio cuenta de que los pacientes con demencia suelen vivir episodios de regresión al pasado, en los que confunden sus antiguos recuerdos con el presente, se desorientan y se agitan cuando se les intenta volver al presente. En el momento en que se les acercó un osito de peluche se dio cuenta de que estas personas se calmaban y cambiaban incluso la expresión de su cara. Así nació esta terapia.
Las personas que han perdido los puntos de referencia, que no son capaces de expresar sus miedos y emociones, en muchos casos no reconocen a sus familiares ni a sí mismos. Esta intervención puede ser un canal que les permita expresarse con mayor facilidad.
Los beneficios que aporta la terapia con muñecas son amplios, pero podemos destacar que pueden ayudar a reducir la agitación y agresividad, tanto física como verbal, incrementar la sensación de bienestar, aumentar la interacción con el entorno, ayudar a expresar sus emociones y pueden ser una respuesta a sus necesidades de apego.
La teoría del apego del psicólogo John Bowlby nos define el apego como el vínculo emocional con una persona específica que perdura en el tiempo y espacio. En situaciones de vulnerabilidad, las personas buscamos la proximidad de un ser querido que nos aporte la seguridad y el afecto que necesitamos. Esta necesidad de apego y de seguridad perdura toda la vida, pero es en la vejez, incluso, cuando más falta nos hace.
La intervención en esta terapia no se limita a presentar una muñeca y que ellos la manipulen; hay que crear, a través del juego simbólico, situaciones vividas que hacen que conecten con sus emociones y puedan exteriorizar y expresar lo que sienten de una manera significativa.
Un ejemplo de ello ocurrió durante una intervención en el que una señora con deterioro cognitivo severo, con un lenguaje poco fluido y con dificultades para expresar sus emociones y necesidades, empezó a recriminar a la muñeca que estaba empujando a la otra (situación creada por el terapeuta). Su cara se transformó, se puso seria y en un tono alto y claro dijo: “eso no se hace, no te portes mal”. Entonces, imaginando que la muñeca lloraba, ella la abrazó y la consoló. Claramente, se produjo una conexión con algún momento vivido por ella, y pudo expresar la necesidad de apego a través de ese abrazo.
Según la psicóloga Nuria Carcavilla, formadora en estas técnicas, una muñeca tiene el poder de calmar y de consolar a las personas con demencia, puede hacer sentir a la persona útil y un poco más feliz.
Maria Batllori
Psicóloga Col. 20469