Cuando piensas en los retos que has superado en la vida, cuando te planteas nuevos objetivos a corto o largo plazo, a veces tienes la sensación de tener todo el tiempo del mundo para realizarlos; otras veces, tienes la sensación de que la vida se te acaba y no vas a tener tiempo de alcanzarlos. Estos pensamientos, optimistas o pesimistas, pueden aparecer en cualquier etapa de la vida, pero toman una dimensión diferente cuando te los planteas en la etapa de la vejez.

Todos tenemos sueños o deseos inconscientes que nos persiguen, algunos los ignoramos y otros no nos dejan dormir, pero siempre están ahí, silenciosos o ruidosos, pero están ahí. 

Hay una frase que no dejo de repetirme: “hasta el último segundo de tu vida puedes aprender algo nuevo”. Alguien puede llegar a pensar que en edades avanzadas las personas ya no tienen deseos porque ya lo han hecho todo en la vida, y tan solo les queda esperar la muerte. Nada más lejos de la realidad.

Envejecer no significa abandonarse esperando el día en que tu corazón deje de latir, envejecer es vivir, envejecer es una apertura de los sentidos para aprender a captar el mundo de otra manera y es mi trabajo como psicóloga de personas mayores el ayudar a abrir caminos que nos lleven a captar todo aquello que nos rodea para utilizarlo a nuestro favor. 

En los diferentes estadios de una demencia, la manera de entender y captar el mundo cambia, y puede hacerse muy difícil la comunicación y la expresión con el entorno. La manera de sentir a las personas con las que establecemos relaciones también es diferente, y podemos no ser capaces de entender ese lenguaje verbal y no verbal, pero lo que sí permanece en el interior de las personas son los sueños que las hacen felices. 

Me apasiona poder conectar con esos sueños que todas las personas tienen en su interior, la manera de llegar a ellos es el trayecto que tienes que descubrir. Una vez lo encuentras, todo fluye y esa persona será capaz de expresar, por el canal que pueda, ese sueño. Te preguntarás cómo puedes saber si una persona que apenas habla, que no camina, que su cuerpo parece estar desconectado de lo que le rodea, ha alcanzado un sueño. Simplemente al cogerle la mano, y mirarle a los ojos, podrás ver esa sonrisa interior, podrás sentir lo que ella siente. Solo hace falta tener esa sensibilidad que hace que puedas, con facilidad, ponerte en su lugar, olvidarte de ti mismo y fundirte con ella.  

En cualquier estadio de la vida, las personas siguen siendo personas. Los años pasan, va cambiando nuestro cuerpo, nuestra piel, el color de nuestro pelo, nuestras manos, incluso nuestro carácter, pero lo que cada uno somos, nuestra esencia, permanece para siempre.

Maria Batllori

Psicóloga Centro Residencial Colònia Güell