Cuidadores informales y dificultades en el hogar

La práctica del cuidado en el hogar de personas mayores puede conllevar un desgaste importante para su cuidador. Una erosión entendida como sobrecarga y estrés, que tiene repercusiones sobre la vida familiar, siendo fácil que puedan surgir dificultades de entendimiento en el hogar.

Las personas que llevan a cabo el cuidado de una persona mayor con dificultades derivadas de su situación de dependencia, a menudo sufren importantes dificultades de salud física y mental, así como efectos negativos sobre su confort emocional. Esta afectación psicológica es dada por el estrés que causa la coyuntura del cuidado, que puede alargarse a lo largo de un período de varios años. La cronicidad del estrés hace que el cuidado a veces se aborde de una manera dificultosa dentro del hogar.
A pesar de reconocer la multidimensionalidad de la situación de sobrecarga del cuidador, nos centraremos a continuación en las dificultades en el hogar familiar que, a veces, genera una atención poco ecológica de la tarea del cuidado por parte del cuidador informal. Entre otros, citaremos dos de principales.

El cuidado informal menudo colinda al cuidador en el hogar, incrementa el tiempo de trabajo no remunerado y reduce el tiempo libre.
 

Esto conlleva sin embargo que el cuidador focalice su vida social en la relación de cuidado. El bienestar personal de la persona cuidadora depende pues, en gran medida, de sus relaciones familiares y, especialmente, de su relación con la persona cuidada. Ambas personas, la prestadora y la receptora del cuidado, deben redefinir sus roles anteriores para adaptarse a una nueva forma de relación: implica una nueva configuración de los vínculos, la ambivalencia entre el deber del cuidado y las aspiraciones personales , la desorientación, el miedo y la incertidumbre, entre algunos ejemplos. Todo esto no queda exento de la posible aparición de conflictos: la persona que habitualmente era cuidadora, ahora pasa a ser cuidada, por ejemplo, y los nuevos roles no siempre son gratamente aceptados. O las relaciones de dependencia en el cuidado se vuelven des-funcionales hasta el punto que la persona cuidada depende totalmente de la que presta el cuidado, existiendo sobre todo para esta última un riesgo elevado de instalación de conductas patológicas. Una relación poco saludable de un miembro de la familia con otro familiar, no sólo tiene repercusión sobre los dos sino que también incide sobre el resto de la familia, y puede generar formas anómalas de comportamiento.
La adopción del papel de cuidador supone, con frecuencia, un incremento del gasto familiar y una disminución de los ingresos en el hogar, a consecuencia de que la persona que presta el cuidado debe dejar de trabajar fuera de casa.

Cuando el período de cuidado finaliza, es considerado muchas veces tiempo no trabajado: no siempre hay prestaciones o no hay derecho a recuperar el trabajo. Sin embargo, un estudio de hace un tiempo (M. Codorniu, 2004), señala que aproximadamente una cuarta parte del gasto totales de los servicios sanitarios, de farmacia o sociales que reciben las personas mayores, es financiada por ellas mismas o por sus familias . Otra investigación realizada sobre los cuidadores de personas en situación de dependencia por Ictus (Durán, 2004) pone de manifiesto que un 43% de las personas mayores no pueden cubrir por sí mismas las necesidades económicas generadas y que en un 20% de los casos las gastos son asumidos por el cuidador principal u otros familiares.
Muchas veces los gastos se cubren a través de la venta de patrimonio y / o el uso de los ahorros acumulados. La gestión de este proceso es una fuente habitual de fricción entre los familiares de la persona mayor con necesidad de cuidado.


Podemos concluir, pues, que la falta de tiempo personal y las consecuencias económicas de la tarea del cuidado, afectan de forma importante a las relaciones familiares, pudiéndose generar así conflictos y desfuncionalidades. Para prevenirlos, se recomienda:

  • La importancia de que todas las personas que componen el núcleo familiar refuercen y reconozcan la labor de la persona cuidadora, están atentos también a cuando necesita apoyo y apoyar en situaciones complejas con la persona mayor, a fin de prevenir conflictos personales y / o familiares.
  • Acompañarse mutuamente en la toma de decisiones importantes, dando tiempo a todos los miembros y ayudándonos a expresar lo que pensamos o sentimos: culpa, frustración, enfado, tristeza, contradicciones...
  • Estar atentos a cerrar de forma positiva las situaciones personales y familiares difíciles o que generan tensiones.
  • Prestar especial atención a síntomas que pueden revelar el inicio de sobrecarga del cuidador: dolor de cabeza, falta de interés por sí mismo, aislamiento familiar y social, fragilidad emocional, necesidad de hacer uso de psico-fármacos, consumo excesivo de tabaco o alcohol ...

Con todo, la necesidad de trascender la vida doméstica del cuidado, y construir un proyecto vital propio, donde cuidamos también las relaciones familiares, es un elemento clave para la satisfacción de la persona mayor, la persona cuidadora y su familia, y evitar conflictos y dificultades.