El Centro de Día Primer de Maig ha recibido la carta de una persona que fue atendida en el servicio temporalmente, agradeciendo el trabajo de las trabajadoras del centro por su dedicación en la atención a las personas y destacando la importancia de compartir tiempo y espacio con las personas mayores.
Os compartimos la carta de la Carmen Villaescusa, para que podáis conocer su experiencia en el centro durante su estancia.
Voy a intentar resumir una última experiencia que me ha tocado vivir. He estado un tiempo en el Centro de Día Primer de Maig, y he aprendido muchas cosas que ignoraba. Todos deberíamos pasar un tiempo entre personas mayores con algún tipo de dependencia, nos ayudaría a aceptar lo que somos y tenemos y lo que podemos tener.
Cuando me quedé sola, mi hija, preocupada por mi soledad, me buscó un sitio donde hubiera personas de mi edad, donde tuviera alguien con quien hablar para hacerme la vida más llevadera.
Empecé a ir solo por las tardes para probar, y porque también era más económico. Desde el primer momento vi que aquel no era mi sitio, ya que detrás de cada persona había un problema diferente. El estado de algunas personas, como en mi caso, se debía a un problema en su salud física, pero en muchos otros casos se trataba de un problema de salud mental, ya que no sabían ni su nombre ni porqué estaban allí.
Los primeros días deseaba irme, pero pronto me encariñé con ellos, eran como niños pequeños, tenías que tratarlos como niños, con cariño y paciencia, ayudándolos en sus dudas y explicándoles las cosas de manera que lo pudieran entender. Sentí una gran admiración por las cuidadoras del centro, por su paciencia y dedicación con las personas atendidas, siempre con una gran sonrisa.
Espero que mi situación me permita volver, ya que las aprecio y las echo de menos. Puede que no recuerden quién soy, pero ellas han sido muy importantes para mi durante mi estancia en el centro. La vida es dura y en sitios como este te das cuenta de lo que representa la vejez. Para muchos es cumplir años, pero para otros es perderlo todo para seguir viviendo gracias a la ayuda de sus familiares y cuidadoras, como las trabajadoras que hay en el centro y a las que les mando todo mi cariño.
Si algún día empeora mi estado de salud, espero que puedan cuidarme personas como ellas, y que la vida les de lo que se merecen.
Muchos besos para todas.
Carmen Villaescusa