Dice el saber popular que solo se echa de menos aquello que no se tiene. Y en nuestro estar en el mundo como seres humanos, hay muchas formas de hacer de las que ni tan solo somos conscientes de forma habitual. Pero hay una capacidad que, en gran medida, procura las otras: la movilidad.

Ya sea para desplazarnos de cuerpo entero o para mover partes del cuerpo, la movilidad es tan cotidiana, inherente y necesaria para nosotras que no nos damos cuenta de su importancia hasta que nos falta. Y es en esta situación en la que a menudo nos encontramos a las personas mayores. 

En las mil y una posibilidades que se pueden dar en el proceso de envejecimiento, se da una tendencia de causas múltiples que determina en una disminución de la movilidad. Es esta pérdida progresiva de capacidad fundamental la que constituye un factor clave en la dependencia de la persona hacia actividades básicas de su vida diaria. Desplazarnos hasta el lavabo es tan cotidiano que no solemos pensar cómo serian las cosas si ya no pudiéramos hacerlo de forma totalmente autónoma. 

Desde los equipos de atención a la gente mayor en residencias asistidas y, especialmente, por parte de los departamentos de fisioterapia, una tarea fundamental es el mantenimiento de la movilidad; esta es crucial para la autonomía de la persona. Y es que, más allá del hecho que un profesional se pueda marcar como objetivo aumentar los grados de extensión de una rodilla, por ejemplo, hay que tener siempre presente que este objetivo es del fisioterapeuta, no de la persona atendida. En última instancia, cualquier actuación y acompañamiento que realicemos con las personas mayores ha de tener la intención última de su bienestar y autonomía. Esto es lo que le importa a la persona: estar bien. 

Es por esta razón que es tan o más necesario trabajar para mantener la movilidad como no obcecarse en recuperar la fuerza o el movimiento perdidos como si se tratara de un adulto joven. Si mantenemos el ideario de rehabilitación y recuperación que suele ser el paradigma de la fisioterapia fuera de la tercera edad, no solo tenemos altas probabilidades de frustrarnos como profesionales, sino que es probable que afectemos negativamente al bienestar de la persona atendida. Recuperar la extensión completa de la rodilla, ¿es un objetivo para ella? No. Quizá quiere volver a caminar bien, o que se acabe el dolor. O quizá no tiene dolor y es capaz de deambular con una ayuda técnica como un andador. Y no quiere recuperar la extensión completa de la rodilla. ¿Cómo puede ser esto?

Las personas no queremos normalmente cosas tan poco cotidianas como “recuperar los grados de extensión que faltan en la rodilla derecha”. Lo que queremos es poder movernos, no tener dolor, vivir. Y si “recuperar los grados de extensión de la rodilla” puede ser algo relevante para la persona mayor, será como medio para un fin, no un objetivo en sí mismo. Pero incluso si intentando convencer a la persona de los beneficios del tratamiento esta lo rechaza, ¿quiénes somos nosotras para desautorizar a la persona que, como adulta, puede decidir por sí misma y sobre ella misma?

Sea como sea, en los equipos asistenciales de las residencias de gente mayor tenemos la suerte de contar con compañeras de disciplinas diversas que nos permiten abordar nuestras actuaciones desde un punto de vista global y holístico. La persona no es una suma de partes que se pueden tratar de forma aislada y desconectada del resto. Al contrario: la persona es una totalidad que se puede abordar desde diferentes modos, pero que es siempre una. De esta forma, es importante, por ejemplo, ver la inconveniencia de insistir en hacer un trabajo de marcha cuando está sufriendo un proceso infeccioso y no se encuentra bien. La no actuación por parte de la fisioterapia es una cuestión de salud y bienestar de la persona. Y al revés: si sabemos que una persona atendida se encuentra estreñida y es alguien que puede ponerse de pie, hacer este trabajo resulta una buena forma para favorecer el tránsito intestinal. 

El abordaje ha de tener presente siempre a la persona en toda tu totalidad, manteniendo como objetivo su bienestar global. Y quizá nos hace falta convencer a la persona atendida de que una actuación u otra será beneficiosa para ella. Pero si puede, y si le hacemos saber que le irá bien trabajar algo como medio o herramienta para estar mejor, seguro que no la tendremos que convencer en el objetivo que compartiremos con ella: que esté bien.  

Ricard Renalias

Fisioterapeuta en la Residencia de Font dels Capellans (Manresa)